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Actualmente, existen numerosos estudios que clarifican los efectos biológicos de la meditación, y analizan cómo esta técnica cambia nuestra fisiología a nivel sistémico, celular e incluso genético. Estos cambios fisiológicos tienen unos efectos muy beneficiosos en muchos aspectos de la salud, como el funcionamiento óptimo del metabolismo y la regulación del peso corporal. De ahí que se diga que la meditación cambia físicamente la estructura, el tamaño y el funcionamiento del cerebro, corrigiendo los patrones neuronales negativos. También se ha demostrado que la meditación cambia la respuesta del cuerpo al estrés, tonifica y calma el sistema nervioso autónomo, corrige los desequilibrios del sistema endocrino, reduce la inflamación sistemática y produce muchos más efectos positivos, Todos estos cambios fisiológicos ayudan a resetear y estabilizar el metabolismo natural quemagrasas, y por ende alcanzar y mantener un peso saludable.

Estrés y sensación de hambre

La mayoría vemos el estrés como algo negativo, pero el estrés no es ni bueno, ni malo. La palabra estrés simplemente se refiere al estado físico y mental que se experimenta cuando nos enfrentamos a un reto que nos sobrepasa. Nuestra reacción a este reto es lo que determina si viviremos este estrés como una experiencia positiva o negativa. El hambre voraz que nos mueve a comer en exceso por el estrés no es más que una de las causas del aumento de peso. El estrés negativo también eleva el azúcar en la sangre y hace que nos volvamos insulinorresistentes o prediabéticos. Nuestro cuerpo interpreta el estrés como si el cuerpo estuviera pasando hambre y nos empuja a reemplazar esta pérdida de calorías lo antes posible. Por eso cuando estamos estresados ansiamos comer alimentos muy ricos en calorías, grasas, azúcar, sal… ya que nuestra bioquímica está condicionada por las fluctuaciones de las hormonas del estrés y nos pide a gritos disponer de más energía.

Al mismo tiempo, el estrés silencia el sistema de recompensa del cerebro, haciéndonos ingerir unas raciones cada vez más abundantes de alimentos repletos de nutrientes para aplacar los antojos causados por el estrés con la respuesta de la dopamina. La meditación nos protege de algunos peligros del estrés negativo, pues cambia nuestras reacciones mentales, emocionales y fisiológicas a estas situaciones estresantes. Al enfrentarse al estrés, sea positivo o negativo, tu cuerpo libera adrenalina y norepinefrina para que dispongas de energía y centres tu atención. La sangre abandona de golpe el estómago y se precipita al cerebro y las extremidades, preparándose para la lucha inminentemente, y entonces liberas más ácidos grasos libres en la sangre, dándote la energía necesaria para tus esfuerzos. Si superas el reto, sientes una gran alivio y una sensación de triunfo en parte por el efecto de las agradables sustancias neuroquímicas liberadas, como la dopamina, es la  recompensa por un trabajo bien hecho. Las glándulas suprarrenales secretan a continuación cortisol, una hormona cuya función principalmente es hacer que tu cuerpo recupere la homeostasis, extrayendo sangre y nutrientes del cerebro y las extremidades para llevarlos de vuelta al estómago con el fin de que puedas “descansar y digerir.

Cuado observas un reto y piensas “sé que puedo hacerlo” esta reacción positiva al estrés es adaptativa y genera resistencia y confianza. Después de celebrar el triunfo y de disfrutar de el, el cerebro se equipa con este recuerdo positivo, condicionando la próxima vez tu actitud ante el estrés (y, por lo tanto, tu conducta). al igual que tus músculos se desarrollan cuando los ejercitas en el gimnasio, tu capacidad de enfrentarte y superar retos, tu resistencia, aumenta con cada triunfo. Y esto no sólo es evidente sino que la ciencia lo ha confirmado. Pero ¿qué ocurre cuando ves el estrés como algo negativo? En esta situación la cascada hormonal de la respuesta de lucha o huída empieza del mismo modo, pero hay un momento muy decisivo en el que nuestra actitud determina si el estrés fortalecerá y aumentará nuestra capacidad de resistencia o la debilitará y desistirá. Cuando ves el estrés como algo positivo y aceptas y superas el reto, el momentáneo torrente de cortisol liberado le ayuda a tu sistema a recuperarse y luego baja, ya ha hecho su trabajo. pero si te enfrentas así mismo reto diciéndote: “nunca lo voy a conseguir”, tus glándulas suprarrenales seguirán liberando cortisol mientras tengas esa sensación. Creerán que aún no has superado el reto y seguirás secretando cortisol, intentando hacer que recuperes la homeostasis. Por eso el cortisol también se conoce como la hormona del fracaso. Ante los continuos mensajes de “No puedo hacerlo”, tu cuerpo libera una constante dosis de cortisol que aumentará la formación de células adiposas, produciendo la grasa abdominal tóxica, y causando, además, una tremenda inflamación en el cuerpo y un aumento del azúcar en la sangre, consumiendo el tejido cerebral y muscular, inhibiendo la función del sistema inmunológico y provocando muchos otros efectos negativos.

Es importante fortalecer la respuesta parasimpático para aprender a desestresarnos relajando el cuerpo lo mejor posible. Es decir tenemos que aprender a desarrollar nuestros músculos de la relajación. Por suerte, la meditación es uno de los mejores métodos conocidos para ello. Basta con exhalar con lentitud una sola vez para activar el sistema parasimpático y reducir el ritmo cardiaco. Si vas acumulando esta clase de momentos a lo largo del día, un momento consciente tras otro, disminuirás tu grado de reactividad con mucha rapidez. Se ha demostrado que la meditación incrementa las ondas alfa del cerebro (vinculadas a la concentración y la focalización en una sola tarea) y reduce el ritmo cardiaco y respiratorio, la presión arterial, la tensión muscular y la actividad en la amígdala. Las prácticas de meditación reducen la actividad del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HPA), por lo que baja el nivel de cortisol y de otras hormonas del estrés. Esta práctica también aumenta las hormonas beneficiosas como la DHEA y la hormona del crecimiento, que produce una masa corporal magra, y la hormona que estimula la tiroides y la prolactina, que fortalece el metabolismo. Todos estos cambios se refuerzan unos a otros continuamente

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